En el proceso de la caja de arena, las personas pueden conectar con su capacidad de autoobservación, van contando y elaborando su historia, sus preocupaciones, sus temores… sin la necesidad de sentirse comprometidos. Ante nosotros, como terapeutas, se presenta una imagen que han construido atendiendo a sus dificultades, sus miedos, y se les ayuda a descubrir nuevos recursos para gestionar los conflictos, infortunios y desventuras en base a sus puntos fuertes y dirigir la toma de conciencia hacia su proceso.

Como siempre se ha dicho “una imagen vale más que mil palabras”. En un primer momento, la técnica nos facilita , entre otros elementos, la imagen interna (consciente o no) con respecto al asunto que les preocupa y que nos ocupa. Te facilita observar el proceso, cómo juega, cómo se acerca a la caja, cual es su patrón de juego (la forma en la que juega, en el caso de los niños, o como disponen las miniaturas en el caso de los mayores, pone de manifiesto muchos temas de cómo es su vida.

Por regla general a los niños les encanta utilizarla, muchos de ellos se aprecia cómo en la toma de contacto con la arena se relajan simplemente jugando con ella, tocándola, dejándola caer, cambiándola de una mano a otra, enterrando y desenterrando las miniaturas. El simple hecho de elaborar su imagen ya es terapéutico.